viernes, 15 de febrero de 2013

Ser la comedia personal de Dios tiene su gracia. Una de ellas, es la maldición Sofía. Pido a usted, señor lector, que se ponga una máscara de seriedad al leer esto, ya que es como a mi me gusta explicarlo, y no me gusta que se tome como lo contrario.
Hace un par de años, tuve el honor (honor… bueno, dicen que todo pasa por algo) de pertenecer a un grupo de seis personas. Dicho grupo estaba compuesto de dos mujeres lesbianas, dos hombres heterosexuales, un hombre homosexual y Sofía (de inclinaciones exclusivamente heterosexuales). Esta mujer mantuvo una relación duradera (léase como ocho meses) con uno de los hombres heterosexuales. Lo dejó, este sufrió cinco meses mientras ella se quejaba de que él la perseguía. Cuando él por fin consiguió la felicidad –por supuesto, con otra nunca mal ponderada mujer- ella lo trató como a una mala persona y se comportó como… hablando mal y pronto, una gata flora.
Luego, hizo exactamente lo mismo con el otro hombre heterosexual del grupo.
Teniendo en cuenta que a Sofía solo le gustaban los hombres, y al hombre del grupo que restaba no le gustaban las mujeres, ya no quedaba nadie en el grupo con el que Sofía podía establecer una relación.
De estos acontecimientos se creó el siguiente postulado: “sobre todas las personas del grupo que no se hayan acostado con Sofía, caerá una horrible maldición que los obligará a tener en su vida una persona como ella”.
¿Y por qué explico todo esto? Bueno, además de porque me parece extremadamente divertido, porque tengo mis serias sospechas de que tal vez, ella es mi maldición Sofía.

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