lunes, 2 de marzo de 2009


Poco a poco abrí los ojos y volví a mirarle. Allí, abajo del resplandor de la luz, quedaban de relieve sus gracias naturales: los brazos delicados pero fuertes, sus ojos sobrios y la boca que, a pesar de toda ironía y todo el sarcasmo que pudiera salir de ella, era infantil y dispuesta a ser besada.
(...)
Me pareció descubrir en él una fragilidad que jamás había percibido o entendido. No obstante, mi Nicolas parecía inmensamente inteligente, lleno de pensamientos confusos e intransigentes.(...) Al prolongarse el silencio, advertí la profundidad de la angustia de Nicolas. La percibí como si estuviera asomándome a su mente. Y no pude soportarlo.
(...)
¿Qué podría hacer por él? Eso era lo importante. ¿Qué podría hacer para poner fin a aquél tormento de una vez por todas?
Sí, ardía en deseos de tocarle, de rozar sus manos, sus brazos, su rostro. Quería tocar su carne con aquellos nuevos dedos inmortales y me descubrí susurrando la palabra "vivo".
"Sí, estás vivo y eso significa que puedes morir. Y todo lo que veo cuando te miro es absolutamente insustancial, es una mescolanza de pequeños movimientos y de colores indefinibles como si carecieras de tu cuerpo y sólo fueras una acomulación de luz. Tu eres la luz misma; y yo, ¿qué soy ahora?"


Lestat el vampiro - Anne Rice.

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