miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Por qué tenés miedo?


Tu mayor miedo era la soledad. El simple hecho de pensar en que te abandonen en ella, de pensar en su oscuridad, en su frialdad que abraza tu corazón, en el alejamiento de los demás, el pensar en que estirás los brazos para agarrarte a alguien y no encontrar nada más que vacío te corrompía el alma y tu miedo no cesaba de crecer. Justo cuando vos necesitabas llenar esa soledad con alguien, cuando intentaste confiar en alguien, él te dijo ‘No, estás solo. Estás solo en la vida’. Entonces tu confianza y tu esperanza se desvanecieron en tus lágrimas. Y de repente te sentiste perdido en un lugar que no conoces, en medio de la frialdad cortante de la noche. Te pusiste a llorar con impotencia, con ganas de que tu corazón pare de latir porque sentías q se te salía, con ganas de sangrar; tenías ganas de vomitar todo lo malo que tenías en tu ser, en tu alma, en tu mente y que eso se escape de tu cuerpo así te dejara en paz.
Pero eso ya lo pasaste y tus lágrimas de soledad se congelaron. Lo superaste y maduraste como para ayudarte a vos mismo y entender que no estás solo. Aunque a veces te hundís de nuevo en la soledad y pensás que estás solo entre la multitud. Pero esos miedos los podés controlar y podés tratar de seguir adelante entendiendo que a veces está bueno estar solo, pero por un mínimo instante.
Ahora en tu interior está creciendo un nuevo miedo, el peor de todos los miedos que sentiste. Un miedo que no podés comprender, cuyo nombre te asusta más que cuando escuchás ‘soledad’, se llama reemplazo. Aunque pienses que es parecido a la soledad sabés muy bien que son dos cosas bastantes diferentes. No sólo te sentís abandonado en un cuarto húmedo y frío como si estuvieses enfermo de lepra y te dejan de lado, sino que también sentís que te cambian por algo mejor, por alguien que está sano y no es insano como vos. Por alguien q es mejor que vos en todos los sentidos. Y a vos te tiraron a la basura, como lo que sos:
una cosa inservible que alguna vez sirvió para algo y ahora estás en un recuerdo bastante lejano.
Entonces ahí es en donde empezás a sentir de nuevo tu corazón latir con tanta fuerza que se escapa literalmente de tu pecho, las ganas de sangrar, de vomitar, de... desaparecer vuelven con más intensidad mezclándose formando una gran crisis. Los celos te carcomen la cabeza y te matan lentamente en tu abandono y reemplazo. Y finalmente te morís por la ponzoña de los mismos. Sí, los celos son asesinos del alma, y te matan lenta y dolorosamente como el peor veneno.

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